Prólogo.
El País de Cali publica hoy una nota periodística firmada por Jessica Villamil Muñoz titulada: «¿Se acaba la ‘luna de miel’ entre Duque y el uribismo?», en ella se resume lo que muchos quienes votamos por el Candidato Duque venimos afirmando semanas atrás, que Duque Presidente se apartó del partido que lo eligió y de las tesis que ese partido defiende.
Fueron ocho los desventurados años que tuvimos que padecer al sátrapa de Juán Manuel Santos ejerciendo la corrupción como política de estado, ocho años de escándalos y de componendas desvergonzadas entre el Gobierno y el Congreso, dos periodos presidenciales del tráfico constante de proyectos de ley favorecedores de la impunidad y de todo lo malo que representa una gestión plagada de vicios e insolencias.
Santos nos dejó la ruina como herencia, nos heredó un crecimiento económico que produce asombro a los ojos de los más expertos -por lastimoso, no por boyante-, una deuda externa de casi 200 billones de pesos a estima del Banco de La República, Santos logró multiplicar por dos la deuda externa durante sus mandatos. Llamó «proceso de paz» al lavado de activos y a la impunidad. El tahúr le hipotecó el país a los narcotraficantes y cogobernó con ellos sin el menor asomo de vergüenza, multiplicó por cinco las hectáreas de coca sembradas en Colombia, suspendió la fumigación de los plantíos donde ésta se produce, la cual hoy retoña más verde y más productiva a lo largo y ancho del país, elevó a 1379 las toneladas métricas de cocaína producidas en un año, como consecuencia de esto, nos puso al límite de la descertificación por parte de Estados Unidos, al ser valorados por ese país como pocos y decepcionantes los esfuerzos del gobierno de Colombia en la lucha contra el narcotráfico, regresándonos así a los tiempos amargos de la presidencia de Ernesto Samper. Heredamos también las ollas del microtráfico, y la inseguridad que sobreviene de ello y que nos convirtió en presos de nuestros miedos, porque vivimos con recelo de salir a las calles víctimas del temor a que nos maten por robarnos las pertenencias que cargamos consigo.
Si bien José Manuel Marroquín quien fue presidente de Colombia entre 1900 y 1904 recibió un país y entregó dos (Colombia y Panamá), Santos recibió uno y entregó varios, convivimos con la República Independiente del Catatumbo, al igual que la República Independiente de Tumaco, y del Urabá y del Chocó y del Cauca y de otros tantos territorios donde no hay Dios ni ley y que quienes mandan allí lo hacen con un fusil apuntando a la cabeza de los desdichados que tienen por morada esos territorios.
No podía dejar por fuera del cúmulo de desdichas que nos legó Santos los bochornosos escándalos de corrupción de Odebrecht, Reficar, Saludcoop, Isagen, el SENA, la DIAN, la ANI, FONADE, La Previsora, los escándalos sexuales en la Policía Nacional, el INPEC, la sala Andrómeda, las ministras impolutas Álvarez y Parody y el favorecimiento de éstas a sus intereses particulares en el consejo de ministros, los contratos del secretario Prada en Presidencia, la compra de la voluntad de los medios de comunicación y de periodistas y académicos, los «Paradise Papers», el «Ñoño» y «Musa», Roberto Prieto y Marketmedios, los PAE, los contratos ilegítimos al interior de las Fuerzas Militares, en fin, esto parece más la estela de un cometa maldito que deja a su paso prueba de su avance.
Y cansados como estábamos de todo esto, y con nuestra esperanza arrastrándose podrida por el suelo el presidente Uribe nos presentó a uno de sus colaboradores más destacados en el Senado de la República, el doctor Iván Duque Márquez, abogado de la universidad Sergio Arboleda, funcionario destacado de la CAF, funcionario del Ministerio de Hacienda en el gobierno Pastrana, funcionario connotado del BID por muchos años, y finalmente senador.
Inició la campaña por la presidencia y saltaron al ruedo todos quienes se creían con méritos para suceder al truhán que despachaba desde el Palacio de Nariño.
Por los lados de la derecha, se presentaron las senadoras Paloma Valencia y María del Rosario Guerra, el exviceministro Rafael Nieto Loaiza, el exprocurador Alejandro Ordóñez Maldonado, la exministra Marta Lucía Ramírez (de la mano ella de Andrés Pastrana), y el exministro vallecaucano Carlos Holmes Trujillo. De tan excepcionales personas resultaron seleccionados como precandidatos -junto con Duque-, Ramírez y Ordóñez.
Los tres presentaron sus nombres a consideración del pueblo, dando por ganador a Iván Duque por amplia mayoría. Y fue así como con Marta Lucía Ramírez como fórmula a la vicepresidencia, el candidato de la derecha ungido y con pinta de ganador quedaba de primero en el partidor de los victoriosos.
Por su parte, en los terrenos de la izquierda, las cosas no podían ser de otra forma, la exsenadora psicótica y lenguaraz Claudia Nayibe López, junto con el exguerrillero y exalcalde de Bogotá Gustavo Petro y con el exgobernador de Antioquia Sergio Fajardo, cada uno por su lado y rehenes de sus propios desvaríos, completaban la oferta de candidatos que se jugarían el todo por el todo en la primera vuelta.
Y para bendición de quienes en Dios creemos, nuestro candidato Iván Duque aventajó en forma significativa a las demás opciones presidenciales, ¡cómo no podía ser de otra forma!, Duque con su entendimiento democrático de la política ganó la primera vuelta y Petro con su concepto totalitario del poder, y de cuya práctica ya recibimos un bocado cuando fue alcalde de Bogotá, quedó de segundo.
Llegada la hora, Iván Duque de la mano del uribismo demostró durante toda la parte final de la campaña grande conocimiento en temas de seguridad nacional, justicia, educación, salud y pensiones, familia, empleo, tecnologías de la información y la informática, medio ambiente y de política agraria. Captó la atención de propios y extraños con propuestas que llenaban de consuelo nuestra fe y que llevaba a la gente que le escuchaba a desear mucho tenerlo como presidente suyo, y confiados en que cumpliría todo lo prometido, le votamos y le hicimos presidente de Colombia.